La obesidad infantil y en general, puede definirse como un acúmulo excesivo de tejido adiposo. En los niños, los depósitos grasos tienen lugar a nivel subcutáneo, mientras que en los adolescentes y en los adultos se forman depósitos grasos intra-abdominales, patrón que se asocia con un mayor riesgo de trastornos metabólicos.
Desde 1998 la Organización mundial de la Salud (OMS) considera la obesidad como una epidemia global. En las sociedades desarrolladas es, junto con la caries dental, el trastorno nutricional mas frecuente en la infancia y la adolescencia. El estudio enkid es un trabajo trasversal realizado sobre una muestra aleatoria de la población española con edades comprendidas entre los 2 y los 24 años, seleccionada en base al censo oficial de la población. Los datos aportan una prevalencia de la obesidad en esta población del 13,9% y la de sobrepeso de 12,4%.
Los efectos adversos y los riesgos para la salud en edades tempranas de la vida incluyen, a corto plazo, problemas físicos y psicosociales. La obesidad infantil después de los 3 años se asocia, a largo plazo, con un mayor riesgo de obesidad en la edad adulta con el consiguiente incremento de la morbilidad y mortalidad, persistencia de trastornos metabólicos y un aumento del riesgo cardiovascular y de algunos tipos de cáncer.
La obesidad infantil se asocia con un riesgo cardiovascular elevado, hiperinsulinemia, alteraciones en el perfil lipídico en sangre e incluso hipertensión arterial. Los cambios metabólicos que se observan en la obesidad se pueden asociar con un déficit de la hormona de crecimiento. También se han descrito problemas ortopédicos que se acompañan de alteraciones de la movilidad física e inactividad. Igualmente, alteraciones de la respuesta inmunitaria que derivan en un incremento de las infecciones, alteraciones cutáneas que retrasan la cicatrización de las heridas y problemas respiratorios como la apnea obstructiva del sueño.
Las consecuencias psicosociales son tan importantes, e incluso más, que las físicas. Baja autoestima, aislamiento social, discriminación y patrones anormales de la conducta son algunas consecuencias frecuentes.
Podemos concluir que la evaluación precoz de la obesidad infantil es importante para evitar la progresión de la enfermedad en la vida adulta. La etapa escolar y la adolescencia son cruciales para afianzar unos hábitos alimenticios saludables que persistirán, no sólo en la edad adulta, si no también en la senectud.
Dra. Sanjuán Álvarez